martes, 11 de febrero de 2020

La Odisea de Homero

Retomamos esta sección tan especial para nosotros. Hoy nos comenta la lectura de un libro que le ha dejado huella Manuel Pérez, profesor de Geografía e Historia en el IES Alcaria. Muchas gracias por compartirlo con nosotros.
“La Odisea no es un libro más para mí. Es de esos libros que he leído varias veces, y cada una de ellas ha sido distinta. La primera vez que lo leí estaba en el instituto, con unos 16-17 años. Dábamos clase de Griego y Latín y leer-traducir a los clásicos era parte de la materia. Lo que empezó siendo algo obligatorio de una asignatura se convirtió en una pasión. Después lo releí durante la carrera (Odiseo tuvo parte de la culpa de que me dedicara a las Humanidades).
Me gusta mucho la mitología clásica porque forma la base de todas nuestras historias posteriores. El famoso “camino del héroe”, por ejemplo, que tantas veces hemos visto en novelas, películas, etc. Precisamente por eso, la Odisea es un clásico muy contemporáneo. La intriga, el suspense, las aventuras que narra… contienen todos los ingredientes de un moderno relato de aventuras y fantasía (hechiceras, intrigas, amor, celos, monstruos, espíritus…).
Por otro lado, el personaje de Ulises me apasiona. Sí, es fuerte, es valiente, es un guerrero, pero sobre todo es noble, inteligente, ingenioso, paciente y astuto. No es un dios, ni un semi-dios, es un simple mortal, lo que añade más valor, si cabe, a todas sus hazañas. Ulises nos enseña que, a pesar de las dificultades, de las trabas que pone la vida, con perseverancia e inteligencia se pueden lograr grandes cosas, sin necesidad de ser un héroe como tal (un Aquiles, un Perseo, etc.).  De alguna forma Ulises se convierte en la chispa de esperanza que una historia contada debe dejar en el regusto de quien la lee. Muchos autores posteriores han tratado la figura de Ulises (Odiseo) o han identificado a sus personajes con él (Joyce, Sábato, Borges, etc.), pero me parece interesante el poema Ítaca de Kavafis donde el viaje de Odiseo aparece, precisamente, como metáfora de la vida de todos los seres humanos:”

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario